Parece que siempre estuvo ahí, a pesar de que alargada es ya su sombra. Y aunque quizá no tan antiguo como las Jaeneras (canto popular de 1905), la ausencia del Lagarto Rock deja un vacío en la historia musical jienense. Por suerte (y más allá de sentimentalismos), la música es cultura, se estudia e investiga, y todavía quedan estudiosos de nuestro patrimonio musical. Vicente Oya da buena fe de ello. Lleva 20 años preocupándose por el folclore jiennense, investigándolo y, colaborando, entre otros, con el Instituto de Estudios Giennenses y la Asociación de Coros y Danzas Lola Torres, para la que ha recopilado una decena de fandangos, malagueñas, jotas y boleros de la provincia de Jaén.
Reconoce que las instituciones se esfuerzan por proteger estos trabajos con la publicación de material, investigaciones, estudios y, lo más importante, la divulgación «para que llegue a la sociedad lo que es de la sociedad y estaba muerto o dormido por el tiempo», sentencia el también Presidente de Aprompsi. Lo que define como su labor es realmente «un trabajo de arqueología de la cultura tradicional» que hace con gusto y mucha dedicación, aunque en su caso, «la arqueología encuentra piedras viejas, y la investigación cultural trata de buscar y documentar costumbres, tradiciones y leyendas». Lo cierto es que, para la mayoría de los jóvenes, muchas de ellas apenas son el reflejo de un fantasma que nunca conocieron.
La visión de Oya con respecto a las trabas para preservar la cultura jienense es determinante: «El problema es que lo que viene de fuera nos parece mejor, y no valoramos lo nuestro. Por esa razón no hay muchas oportunidades para los grupos de ahora», asegura con desasosiego, aunque también pone remedio a la enfermedad, y es que, en su opinión, «si la globalización se ha cargado el localismo, entonces debemos universalizar nuestra cultura local».
El Cronista Oficial de la noble y leal Ciudad de Jaén ha publicado multitud de obras en pro de conservar el patrimonio folclórico musical. Ya en 1986 presentó (en el primer Congreso de Folclore andaluz celebrado en Granada) una compilación de cánticos, letras y danzas típicas jienenses: desde los afamados Melenchones hasta la Monona de Villanueva, pasando por el Mayo de Navas de San Juan, las Moniduras de Mancha real y Sierra Mágina, Los Cristos de Beas de Segura o el Fandango de Cambil, tierra que le vio nacer.
Como las investigaciones sobre folclore de Vicente Oya, el Lagarto Rock merece ser estudiado y en nuestras manos está la posibilidad de hacerlo, apoyando el proyecto de micromecenazgo para la creación del audiovisual «Homenaje Lagarto Rock: el documental» (http://www.verkami.com/projects/11597-homenaje-al-lagarto-rock-el-documental). El objetivo es que el festival que un día puso a Jaén en el mapa sea recordado para la posteridad, especialmente para esas generaciones venideras que aún están por llegar y para aquellos jóvenes que jamás lo disfrutaron.
Y de un cronista oficial a otro musical con el rock por bandera. Pedro Tomás J. Colmenero es historia viva de La Movida jienense. Llegó a la capital en el año 89, tras vivir La Movida en Granada. «En aquella época ya dudaba que fuera a quedar algo para la posteridad», afirma. Recuerda con agrado los primeros carteles del Lagarto Rock, «tenían muy buen gusto para elegir bandas y siempre estaban los número uno de entonces, como Obús, Barón Rojo y Leño. La noticia saltaba de boca en boca y el festival se llenaba de gente de toda la provincia, llegando a crear una escena muy interesante, ya que antes sólo había conciertos de rock puntuales», explica Colmenero. El espíritu ochentero es para él «como el pellizco que dicen que tiene el flamenco: esa otra energía. Se ha perdido el optimismo de los 80».
Entre sus proyectos existenciales, él tenía uno especial: escribir un libro sobre la historia del rock en Jaén. Los vaivenes de la vida hicieron que la idea se quedara en el proyecto. «Siempre me ha gustado escribir y recuerdo cuando Andrés Moya, «el Zubi,» me invitó a colaborar con la revista Jaén se Mueve y comencé a hacer crónicas de conciertos», rememora. Aunque siempre le ha enganchado escribir sobre música, jamás podría haber imaginado lo que sus escritos supondrían con el paso de las décadas. «Cuando me llamó Raúl Beltrán para conseguir información acerca del Lagarto para el libro Breve Historia del Lagarto Rock (http://mundospiff.com/piturda/108-libro-homenaje-lagarto-rock.html), y me comentó que había encontrado mis artículos en la hemeroteca, reflexioné sobre una cosa: jamás hubiera pensado en la importancia documental que tendrían aquellos textos. Estaba haciendo Historia».
Para él, si no hubiera sido por el Lagarto, nunca hubieran existido muchos otros festivales en la provincia, algunos de los cuales ya peinan canas. «Era esa energía del ambiente la que llevaba a crear eventos para el público que entonces era habitual y se contaba por decenas de miles. De hecho, la generación que hoy pega fuerte en directo es la que entonces iba a los ensayos y conciertos para flipar con las bandas de aquí», afirma Colmenero. Y advierte de que «el cambio de la generación post-Lagarto aún no ha llegado». Y la situación parece complicada, ya que «lo que está ocurriendo con la cultura es un reflejo de la propia sociedad: los jóvenes de hoy en día tienen un bajo nivel cultural y sólo escuchan reggaeton y ritmos fáciles y repetitivos, lo que dificulta su interés por los eventos culturales de este tipo».
Al preguntarle por sus vivencias en el Homenaje al Lagarto (https://www.facebook.com/HomenajeLagartoRock) organizado por Piturda (http://www.piturda.com/) en 2012, esboza una amplia sonrisa y le faltan palabras para expresar su agrado, aunque reconoce que «un homenaje es eso, un homenaje, no llama a la continuidad». Personalmente, para Colmenero, al duelo por la pérdida del Lagarto se unen otras incógnitas de la música rock jiennense, y se cuestiona acerca de lo que ha pasado con la Fiesta de la Primavera en el Auditorio de la Alameda y todos esos conciertos de rock que se hacían en las fechas marcadas en rojo en el calendario jienense, y que para el ya son «una sombra de lo que en su día fueron».
Con el fin de la generación del «prohibido prohibir», para Pedro Tomás J. Colmenero ya sólo quedan como válidos sus escritos sobre La Movida, junto al sueño que un día tuvo: convertirse en una estrella del rock. Como dice Burning, «seamos sólo canciones, de esas que no se olvidan».
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